También pintoras
Es sabido que la historia del arte está en deuda con la figura de la mujer como artista, pero este hecho no está condicionado solamente por las diferentes restricciones, tanto en lo institucional o educativo sino, como también por la falta material de obras y su documentación.
A diferencia de lo que sucedió con los hombres artistas, son pocos los documentos que se hallaron en las investigaciones de artistas mujeres donde se pueda llegar a conocer, en profundidad, sus carreras. Al mismo tiempo son escasas las mujeres que, gracias a las piezas conservadas, logran convertirse en artistas en el esquema evolutivo tradicional: primeras obras, punto más alto de actividad y periodo final. Si bien sus trabajos no se conservan físicamente, hay registros de sus existencias en la prensa y catálogos de la época.
Es por esta falta de registro que la reconstrucción de sus carreras se vuelve un enorme desafío, pero su voluntad y participación en todos los ámbitos artísticos son una muestra del interés de estas mujeres por trascender.
Las damas y señoritas de la elite porteña, desde su lugar de aficionadas o discípulas, (lugar impuesto tanto por los pintores que volvían de Europa como por la Sociedad Estimulo de Bellas Artes), fueron quienes contribuyeron en gran medida al desarrollo de la actividad artística aportando tanto su interés como su dinero en ella.
El dibujo y la pintura, así como el bordado y la música eran ocupaciones muy bien vistas para una dama de la sociedad ya que las mantenía en el hogar y a salvo de tareas “peligrosas”. Estas eran labores aceptadas para las madres de familia que tenían bajo su responsabilidad educar a los niños para que fueran futuros adultos dentro de una sociedad pautada
La participación de muchas de estas mujeres en los Salones del Ateneo es una clara muestra del interés por salir de lo íntimo y doméstico, para profesionalizarse y trascender, como también lo era el interés por formar parte de las exposiciones, algo que la prensa no dejaba de registrar. Los críticos de arte no ignoraban sus presencias pero no compartían el mismo espacio que el ocupado por las producciones de los hombres. Es así como hablaban de obras dulces, sutiles, piezas sensibles acordes a la femineidad de sus autoras. Sus trabajos no eran reflejo de una situación social, sino más bien, un producto de su naturaleza femenina. El gran arte trascendería por obra del genio creador: el hombre, género siempre asociado a la fortaleza y vigor.
El trabajo del arte comienza a ser, para muchas mujeres, una forma de emancipación económica y, visto como un oficio honorable para muchas mujeres solas. Por ello los espacios de formación fuera del ámbito familiar se vuelven imprescindibles.
A fines del siglo XIX, existían en Buenos Aires diversos ámbitos de enseñanza: la Sociedad Estímulo de Bellas Artes (oficializada en 1905), las academias privadas y las clases particulares con maestros. Estos modos de aprendizaje brindaron a las estudiantes diferentes posibilidades de formación y visibilización
Aunque la figura de la mujer artista continuara siendo en cierta medida presentada como una excepción, la participación de las mujeres en las academias fue creciendo desde comienzos del siglo XX. “Los nuevos espacios de formación significaron la ampliación -en términos sociales- de la difusión, en cuanto a los estudios artísticos. En lugar de depender de las costosas lecciones particulares, las mujeres pertenecientes a la de clase media pudieron integrarse a las nuevas (y mucho más accesibles) propuestas de enseñanza, que brindaban, en muchos casos, títulos oficiales para ejercer una profesión clara: la de docente de arte. Las egresadas tenían pocas posibilidades de incorporarse al limitado mercado del arte, donde la docencia era el destino principal”. (Gluzman, 2016)
A lo largo de la historia del arte las mujeres han demostrado su compromiso y capacidad creadora, han formado parte en todos los ámbitos artísticos, ya sea como artistas, criticas o gestoras de arte, transitando un camino con más olvidos que reconocimientos. A pesar de esto muchas eligieron la pintura y escultura como medio de vida. De esta manera dejaron de ser aficionadas para profesionalizarse, lugar que hasta el momento solo los hombres podían ocupar.
Hoy el Museo de Arte Tigre rinde homenaje a estas mujeres que, aunque mucha veces invisibilizadas, ocuparon un lugar fundamental en el desarrollo de la historia del arte de nuestro país.
Las pintoras
OBLIGADO DE SOTO Y CALVO, María
(Buenos Aires, 4 de febrero de 1857 – Ramallo, 19 de junio de 1938)
Estudió arte en el país con el profesor italiano Giuseppe Agujari, pero su ambición la motivó a trasladarse a Europa para perfeccionarse. Tras casarse con el escritor Francisco Soto y Calvo, se dirigió a París para profundizar su formación artística y su conocimiento de la historia del arte. La pareja viviría entre Argentina y Europa desde 1888 hasta 1910.
María Obligado estudió en la Académie Julian, Durante su estadía en París, María Obligado expuso en el Salón de la Société des Artistes Français en 1900, 1901, 1902 y 1909.
Luego de su extensa experiencia francesa, María Obligado regresó a la Argentina con un extraordinario corpus compuesto por centenares de obras. Éste aborda una gran diversidad de géneros artísticos —paisajes, retratos, escenas de género e históricas, cuadros de animales y naturalezas muertas— y de recursos plásticos, ubicándola dentro de la «actitud ecléctica» de sus contemporáneos.
En la Argentina, expuso en la galería Witcomb, en el salón del Ateneo de Buenos Aires, junto a Julia Wernicke, y en la Exposición Internacional de Arte del Centenario en Buenos Aires, junto a otras siete artistas mujeres, entre ellas, Eugenia Belín Sarmiento.
MATTHIS, Leonie
(Francia, 13 de mayo de 1883 – Buenos Aires, 31 de julio de 1952)
Realizó sus estudios en Paris y España. Fue una de las primeras mujeres admitidas por la Academia de Bellas Artes de Paris. Sus series históricas abarcaron: el período colonial, los años de la organización nacional, la historia de La Plaza de Mayo, las misiones jesuíticas, el Potosí colonial y el Cusco Precolombino.
Con estilo personal retrata la época colonial en Argentina, basándose en escenas de la vida diaria de las personas o el aspecto de los edificios. Fue la mayor exponente de las antiguas costumbres argentinas. Su técnica consistía en el gouache.
LYDIS, Mariette
(24 de agosto de 1887, Viena- 26 de abril de 1970, Buenos Aires)
Autodidacta, se valió de distintos recursos que le fueron afines a su propósito: indagar en la condición humana.
Adquirió la nacionalidad francesa en 1939, país donde vivió desde 1924.
Al estallar la guerra, su marido el Conde Giuseppe Govone debió regresar a su Italia natal. Sin embargo ella decidió no seguirlo, con el recuerdo vivo del dolor y la angustia que experimentó al haber sobrevivido a la Primera Guerra Mundial, se trasladó a Inglaterra donde embarcó en 1940 con destino a la Argentina, invitada por el marchand Muller.
Ese mismo año, se organizó una exitosa exposición auspiciada por la Embajada de Francia en la Galería Argentina. Al poco tiempo, instalada en un departamento sobre la calle Cerrito en el barrio de Recoleta, hizo de ese sitio vivienda personal y taller donde dictó clases de dibujo. Vivió el resto de su vida en esa residencia y sólo volvió a París por el lapso de dos años, cuando murió su marido.
Siempre expresó su amor por la Argentina, agradecida por la generosidad y el buen recibimiento de su obra. Un año antes de su fallecimiento, en 1969, donó al Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori setenta obras entre pinturas, dibujos y grabados, que según sus propias palabras, la acompañaron durante toda su vida, porque nunca quiso desprenderse de ellas. Además de nuestro país, sus trabajos integran la colección del British Museum, la del Castello Sforzesco, y de la Galería degli Uffizii, entre otras.
WEISS DE ROSSI, Ana
(Buenos Aires 30 de noviembre 1892 – Los Ángeles, 13 de septiembre 1953)
Fue una artista argentina nacida el 30 de noviembre de 1892 en el seno de una familia dedicada a las artes gráficas. Su familia dirigía la Imprenta Weiss & Preusche, en la que ella realizó, durante su adolescencia, las portadas para la revista “Ilustración Histórica Argentina”. Aquel ambiente fue propicio, tanto para el cultivo de sus intereses, como para el desarrollo de sus actividades artísticas, pues le permitió insertarse en el mercado de las artes gráficas a temprana edad.
En 1910 ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes, pero la abandonó tan solo tres meses después, para continuar su formación de modo particular con Alberto María Rossi, con quien contrajo matrimonio en 1915. En 1912 envió una obra al Salón Nacional, que luego fue adquirida por la Comisión de Bellas Artes, símbolo de su inmediato éxito en la escena artística nacional.
En 1914, con apenas veinte años, obtuvo una beca gubernamental —el llamado “Premio Europa”— para profundizar sus estudios en Francia, pero el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial le impidió viajar. Logró llegar al viejo continente recién en 1923, y durante la década del 30’ recorrió Italia, Francia, España y Alemania junto a su marido, con quien expondría en reiteradas ocasiones.
En 1938, ya de regreso a la Argentina, fue Profesora en la Escuela Nacional Manuel Belgrano y en la Prilidiano Pueyrredón, participando activamente en salones y exhibiciones
CORREA MORALES, Lía
(20 de febrero de 1893, Buenos Aires- 8 de octubre de 1975, Buenos Aires)
Pintora y dibujante. La primera artista plástica en lograr un lugar en el Salón Nacional, donde obtuvo el Gran Premio en 1924 y 1928. Hija del escultor Lucio Correa Morales y la geógrafa, pintora y escritora Elina González Acha. Ejerció la docencia artística en la Escuela Normal de Profesores y en la Academia Nacional de Bellas Artes.
La obra de Lía se caracterizó por subvertir los géneros del autorretrato y desnudo –un tema históricamente vedado a las mujeres artistas–, colocándose a sí misma en el lugar de la modelo.
En 1949, con su esposo, el escultor Rogelio Yrurtia, donaron su propiedad y legado artístico al Estado, para crear el Museo Casa de Yrurtia. Pionera en la gestión cultural del país, fue la primera mujer que dirigió un museo nacional.
BORGES, Norah
(Buenos Aires, 4 de marzo de 1901 – 20 de julio de 1998)
Seudónimo de Leonor Fanny Borges, artista plástica y crítica de arte. Comenzó sus estudios en Ginebra, Suiza, lugar donde escribió e ilustró “Notas Lejanas” (1915). Luego se perfeccionó en España participando en las Vanguardias.
En 1921 retorna a Buenos Aires. Allí estuvo s vinculada a la vanguardia literaria formada por el Grupo de Florida. Como crítica de arte ejerció bajo el pseudónimo de Manuel Pinedo.
Como pintora trabajó, la acuarela, grabado, xilografía, dibujo, témpera y tapiz. En su arte los contornos son nítidos, de colores limpios y detalles minuciosos. Durante los años 30 fue una de las primeras artistas en investigar sobre el grabado.
FORNER, Raquel
(Buenos Aires, 22 de abril de 1902 – 10 de junio de 1988)
Estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes. Hacia 1929 viajó a Europa para continuar con sus estudios. Fundó en Buenos Aires, sobre el año 1932 “Cursos Libres de Arte Plástico”, replicando la modalidad de los talleres libres existentes en París. En 1982 crea en su casa-taller, la Fundación Forner-Bigatti.
El arte que desarrolla la involucra con las corrientes renovadoras del argentino y hasta finales de los años 50 su obra, impresas ya con sello distintivo, gira en torno a la Guerra Civil Española y a la Segunda Guerra Mundial. Durante su carrera va evolucionando hacia el expresionismo.
SIMONAZZI, Aurora
(Buenos Aires, 25 de septiembre de 1940 – 14 de agosto de 1985)
Hija de Alfredo Simonazzi quien la guió en sus primeros pasos en el arte, residió en Mar de Plata desde 1959 hasta 1981. Fue de las primeras integrantes del Taller de Artistas Libres y del Movimiento Nacional de Muralistas de Mar del Plata, donde recibió la guía de Demetrio Urruchúa. Aportaron a su formación en pintura Juan Carlos Castagnino y en grabado Pompeyo Audivert. Dirigió el taller de artistas plásticos en dibujo y dictó clases en Balcarce y Tandil. Realizó muestras individuales desde 1967 en galerías de Mar del Plata, Rosario, San Pedro, Córdoba, Santiago del Estero, Buenos Aires y el Salón Nacional.
En el exterior, expuso en Caracas, Barcelona, Atenas, Madrid, Roma, París, Bulgaria y Cuba. Obtuvo en 1959 el Premio Estímulo Comandante Nicanor Otamendi, el Premio Figura en el Salón Primavera de Rauch, el Segundo Premio en el Salón Primavera de la Academia Municipal de Bellas Artes de Necochea, el Primer Premio de Dibujo en el Salón Auditorium Mar del Plata, la Medalla Raymond Duncan de París y la Medalla de Oro en Galería de Pintores Argentinos de Buenos Aires, entre otros. Sus técnicas fueron la tinta, pastel, acrílico y óleo.
Bibliografía
Gluzman, Georgina (2016), “Trazos invisibles. Mujeres artistas en Buenos Aires (1890-1923)”, Buenos Aires:
Biblos.
Gluzman, Georgina (2021), “Ex-céntricas”. El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950).
Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes, 2021.
Malosetti Costa, Laura (2021), “Una historia de fantasmas. Artistas plásticas de la generación del ’80 en
Buenos Aires”. El canon accidental. Mujeres artistas en Argentina (1890-1950). Buenos Aires, Museo
Nacional de Bellas Artes, 2021.