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26 de octubre, 2022

Huellas

Huellas

Entre la ilusión y el desasosiego.
Por Juan Travnik

21.09.2022 al 18.11.2022

Descubrir algo en una escena o en un paisaje. Dejarse atrapar. Fotografiar y crear misterio. Esa es la idea. Como en los cuentos del gran Raymond Carver, en los que se encadenan las situaciones cotidianas más triviales, preanunciando el estallido de un conflicto violento y desesperado. Que a veces solo explota en la cabeza del lector.
La mirada del espectador completará la lectura con una interpretación que espero activa. Que deje volar su imaginación. Que se libere de todo prejuicio. Y alcanzará con que la imagen le cambie la vida por unos minutos, solo unos minutos. Tanto mejor si los ecos de esa imagen lo siguen perturbando durante un tiempo.
Trato de producir una imagen que sorprenda e incomode. Que nos saque de la anestesia que produce un bombardeo visual perverso y enajenante. Imagino la mirada de Marechal. La música de Spinetta y de Piazzola. Camino Buenos Aires y el campo de la provincia. Entre las dudas sigo buscando, con cierto desasosiego, esa imagen del paisaje.

Juan Travnik

 

 

El RESPLANDOR PRÓXIMO

Por caminos solitarios
la poesía marcha
hacia su otoño interior.

Caen palabras marchitas
a su paso.

Palabras como: siempre
como: nunca.

La década del ochenta en la fotografía argentina puede pensarse como un punto de inflexión y de expansión en las improntas personales de algunos de sus hacedores. Es por esos años que, junto con el retorno de la vida constitucional, en el campo de la fotografía comienzan a perfilarse con fuerza las variables de un escenario independiente contrapuesto a las estéticas pintoresquistas de los fotoclubs que dominaban la escena. La nueva propuesta fotográfica tenía como objetivo poner en valor la fotografía de autor. Al ampliar sus presupuestos estéticos, y convertir lo mirado en una argumentación de sentido, la sustraía de clichés y de falsas imposturas.

Ya sea desde el retrato, el paisajismo, las escenas cotidianas de la ciudad o sus extramuros, se puede entrever una dinámica interna de revisión y análisis de la práctica fotográfica. Esta situación produjo como resultado imágenes más directas y profundas que se corresponden con los cambios de paradigmas políticos y sociales del momento.

En los años noventa, junto con el registro de los cambios en los paisajes urbanos se acrecienta una apreciación más íntima de los mismos. Las manifestaciones visuales y poéticas tienen como común denominador un indecible desencanto ante los restos de utopías del humanismo pretérito. Se incorporan al relato de la imagen experiencias, recuerdos, cosas vistas y una mirada estética más íntima que todo lo matiza de manera poética.

En igual medida, dado que las prácticas artísticas no se dan de modo insular, podemos ver que en el campo de la poesía se produce una renovación de los lenguajes establecidos y se incorpora un nuevo repertorio de imágenes y situaciones de orden similar.

En este sentido, es posible entrever cómo las imágenes evocadas por los poetas y la labor de los fotógrafos están atravesadas por una misma lengua territorial.

El capitalismo neoliberal y sus consecuencias no ingresan a los poemas para componer un discurso explícito, sino que se cuelan en imágenes monocromas que comentan el paisaje dominado por variaciones de metal oxidado -propio en las industrias abandonadas- o iluminados por los carteles publicitarios que alimentan el consumo: “no hay color, únicamente queda la variación en los tonos de gris” se puede leer en un poema de Martín Gambarotta.

Hablar esa misma lengua territorial se sostiene como un gran lienzo, y se presenta como respuesta a la fragmentación deñ mundo. La música de fondo de esos días es el grunge, mientras en Europa cae el muro de Berlín.

***

La obra de Travnik atraviesa como protagonista estos momentos de la fotografía argentina. El paisaje y el retrato son sus áreas de trabajo más destacadas.  En tanto paisaje, al componerlos, demora su mirada en fragmentos de zonas urbanizadas, o en sus extramuros. Imágenes que alternan de manera dialéctica entre naturaleza y cultura, entre lo familiar y lo no visto, entre formas que se acoplan a partir de sus diferencias o de su continuidad.

Elabora su poética con elementos mínimos de lo real y la reinventa cuando incorpora a su obra el formato apaisado a las vistas.

Algo resplandece en la sequedad de los detalles fotografiados, en los elementos arquitectónicos más o menos cercanos, que salen al encuentro de quien mira, despojados de su fulgor inicial, abandonados por el hombre al flujo de las leyes de la naturaleza.  Algo resplandece en la proximidad material de lo que se ve y se transfigura a través del señalamiento susurrado y crítico que nos expresa el autor.

Encuentro un denominador común en la luz elegida que imprime un carácter distintivo a sus fotografías cuando evita los grandes contrastes entre luces y sombras. Esta elección lumínica logra en la imagen resultante una gradación tonal muy sutil, pero con una fuerte impronta que me evoca a las horas silenciosas de la llanura.

Esta cualidad de luz, y sus resultados fotográficos, puede rastrearse en la obra de Travnik y nos permitiría arriesgar que en esa elección se materializa no solo una propuesta estética sino también el sentido político de la experiencia. Una mirada entonces, sobre el territorio, en sintonía con la poesía contemporánea de García Helder, Gambarotta o Raimondi[i], que da cuenta de los avatares de una experiencia política colectiva que se debate entre la pérdida y la contemplación.

De manera sincrónica a la ejecución de esta serie de fotografías, Travnik elaboraba sus retratos de ex combatientes de Malvinas y paisajes tomados en las islas. La iconografía isleña relevada toma consistencia en función de la luz de esas latitudes en donde la incidencia del sol directo es magra y discontinua. Las vistas resultantes están ordenadas por una paleta monocroma: un muestrario de grises en consonancia con la turba lugareña, y con la desolación que genera el testimonio profuso de objetos sobrevivientes cuando ya pasó más de un cuarto de siglo de finalizada la guerra.

De este modo, Travnik  propone una fotografía que resulta consecuente con el paso del tiempo y que no solo depende de los escenarios o de los temas a fotografiar; sino que puede intuirse en la elección de las variaciones de la luz y en cómo esta modela las formas a través de una pasión equilibrada, claridad y nobleza del lenguaje.

Con esta impronta, con esa manera de nombrar y fotografiar la ciudad o sus arrabales  Travnik nos propone una evisceración poética de la historia y sus escenarios.

***

En la tradición de la fotografía, la presentación de grupos de imágenes generalmente tiende a organizarse de modo narrativo.  Es decir que hay un orden internalizado de imágenes y tiempos. Sin embargo, en las fotografías de Travnik puedo percibir la lengua territorial configurada como una práctica personal que promueve la suspensión del tiempo narrativo para, de esta manera, potenciar un tiempo poético. Se desencadena entonces un movimiento indeterminado, de lo dinámico en la quietud, en donde las imágenes en su naturaleza inasible, traen hacia adelante ese resplandor, esa fulguración natural a la práctica poética.

Un ida y vuelta, en lo que vemos sobre la superficie de la foto, que resiste al pensamiento unidireccional y pone a disposición el entramado mayor de la pensatividad.

Miro las fotografías y se libera en ellas una variación de abordajes con intermitencias epifánicas que ponen en suspenso toda conclusión.

En el silencio inasequible de la imagen, en su resplandor, se murmura entonces otro tipo de figuralidad que se desmarca de clasificaciones o presupuestos.

Así, a través del uso de esa luz particular, de la conexión con lo real y con lo histórico, de la intervención con las herramientas del arte sobre las experiencias políticas, Travnik elabora su paisaje silencioso y vociferante de capas superpuestas. Pensamientos e impresiones que se presentan entonces como un punto de partida para reflexionar nuestro lugar en el mundo.

 

 

[i] Daniel García Helder, El guadal, Buenos Aires, Libros de tierra firme, 1994.

Martín Gambarotta, Punctum, Buenos Aires, Libros de tierra firme, 1996.

Sergio Raimondi, Poesía civil, Bahia Blanca, Vox, 2001.

 

Julio Fucks